miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL ENIGMA DEL FIN DE LOS TEMPLARIOS (IV). EL BAPHOMET

EL BAPHOMET

Hagamos ahora un pequeño receso en la narración de los acontecimientos para centrarnos en una cuestión de especial importancia. En los numerosos documentos que contienen todos los interrogatorios que se llevaron a cabo desde ese momento hasta 1311, aparece citado en no pocas ocasiones un enigmático nombre. No pertenece a ninguna lengua conocida. Nunca antes lo había escuchado nadie. Un nombre que ha pasado a la posteridad, convirtiéndose en un enigma no sólo dentro de este marco histórico en el que tuvieron lugar los acontecimientos que aquí nos ocupan, sino que se hace extensible al conjunto de misterios de la historia general. El enigma de Baphomet.

El objetivo de estos interrogatorios era claro: había que conseguir la confesión de los templarios arrestados. La acusación de herejía era la que más interesaba a los inquisidores, por motivos obvios. En la carta que Felipe IV había mandado a las autoridades francesas ya se exponían algunos puntos, como la supuesta adoración a ídolos con forma de cabeza, a partir de los cuales iban a estar enfocadas las preguntas.

Pero, ¿cómo surge el nombre de ‘Baphomet’ o ‘Bafomet’? Existen muchas teorías al respecto, pero ninguna certeza. Por un lado, se afirma que puede tener un significado cabalístico y que, leído al revés, significaría algo como “el Padre del Templo” o “paz universal de los hombres”; por otro, se cree que puede ser la unión de dos palabras griegas, ‘baphe’ y ‘meteos’, esto es, ‘bautismo’ e ‘iniciación’, respectivamente, en una clara alusión a los supuestos rituales de admisión en la orden. Sin embargo, la hipótesis más extendida es la de que se trata de una deformación occitana de alguna otra palabra. Se habla de que ésta puede ser de origen musulmán, dado que hay quien dice que ‘Baphomet’ es la deformación de ‘Mahomet’, esto es, Mahoma. ¿Por qué precisamente de este nombre? Hay que tener en cuenta dos cosas, la primera, que, como hemos apuntado, se estaba “demostrando” que los templarios adoraban a un ídolo, y la segunda, que en Europa existía la creencia de que los musulmanes era idólatras, aunque en realidad hoy sabemos que no es así –de hecho, los cristianos, con las distintas imágenes de Cristo y la Virgen, sí que lo son–. De este modo, se dio por supuesto que durante las Cruzadas los Caballeros del Temple habían adoptado las costumbres del enemigo musulmán. Parece ser que esta idea empezó a difundirse promovida por Felipe IV, justificando así el hecho de que fracasaran en su misión de recuperar Tierra Santa, dado que Dios les habría dado la espalda, y fue además uno de los puntos principales de los interrogatorios inquisitoriales y la razón definitiva para que se crearan sospechas en cuanto a ese supuesto ídolo. En base a esto, existe la teoría de que el nombre de Baphomet lo habría pronunciado por primera vez un caballero occitano que habría sido cuestionado sobre el supuesto ídolo de los templarios. Éste afirmó que lo había visto y que se dirigían a él con el nombre que ya ha pasado a la historia, sólo que en realidad quería decir ‘Mahoma’, quizás influenciado por esa creencia cada vez más extendida del culto musulmán por parte de los templarios.

A pesar de estas teorías, el primero que definió el ídolo al ser interrogado fue el hermano Gaucerant de la encomienda de Montpézant, diciendo que se trataba de una imagen barbura “in figuram baffometi”, es decir, “con la forma de un ‘bafomet’”, como si esa palabra sí que fuera conocida, al menos, por sus hermanos, para referirse a esa talla.

Esta descripción de la cabeza con barba ensortijada “como la de los negros”, quizás también en relación con los musulmanes, se repite en otros testimonios; sin embargo, lo más representativo de las declaraciones de los templarios acerca de los baphomets son las diferencias entre estas descripciones. Algunos presentaban al ídolo como una cabeza, no sólo barbuda, sino con varias caras, otros afirmaban que tenía seis pies, dos delante, dos a los lados y dos detrás. Se hablaba también del material del que estaba confeccionado, aspecto en el que se difería de igual forma: de plata, de oro, de madera, de metal,… Incluso hubo quien llegó a afirmar que se trataba de cráneos humanos.

Otra descripción extendida, y que se diferencia de las anteriores, es la que presenta al ídolo Baphomet como “un gran macho cabrío sentado en un trono y entre sus cuernos lucía una antorcha encendida. Sobre la frente llevaba la estrella de cinco puntas, o pentagrama. Una de sus manos señalaba hacia lo alto, mostrando el signo del ocultismo, con la Luna Blanca de Chesed hacia arriba y la Luna Negra de Gebrugah hacia abajo. En el seno llevaba un caduceo, la vara delgada rodeada por dos serpientes que era el antiguo símbolo de Mercurio y que representa la actividad y la renovación. El vientre era de escamas y uno de sus brazos era femenino y otro masculino. Esta misma representación existe todavía hoy en las cartas del Tarot y simboliza la fuerza de la creación, la imaginación creadora y la inventiva práctica.” (Masiá Vericat, 2004:177-78).

En lo que sí solían coincidir todos era en que a esos ídolos se les rendía culto, se les adoraba y se les llamaba “Salvador” porque les proporcionaba poder y riqueza. Sin embargo, por regla general seguían difiriendo en los tipos de rituales descritos, aunque a veces existían ciertas semejanzas. Bernardo de Salgues y Bernardo de Silva, que fueron asistentes ocasionales a algunos de los capítulos que celebraban los templarios, afirmaron que la cabeza hablaba. Sostenían, además, que en uno de los rituales se presentó en forma de gato, prometió buenas cosechas y contestó a las preguntas que se le hicieron. Por último, aparecieron otros “demonios” en forma de mujer para satisfacer a los asistentes.

Llegados a este punto, hay que tener muy en cuenta un aspecto, y es que era frecuente que en los interrogatorios los acusados utilizaran la palabra “diablo” o “demonio” en las descripciones del supuesto ídolo, pero no se debe dar mucha credibilidad a los testimonios en ese sentido, dado que la insistencia de los inquisidores en ese tipo de preguntas relacionadas con la idolatría, añadida a las torturas, al hecho de que otros hermanos ya hubieran sido condenados al no decir lo que los inquisidores querían y a los “privilegios” durante el período de encarcelamiento –a Bernard de Salgues y Bertrand de Silva les quitaron los grilletes– si finalmente cedían, hacía que los acusados acabaran afirmando casi cualquier cosa. De este modo, los inquisidores conseguían que una simple mención a una supuesta talla con forma de cabeza pasara a convertirse en un culto a un ídolo que no era Dios, y de ahí en una adoración al diablo –lo cual no era muy difícil, teniendo en cuenta que la idolatría ya de por sí se consideraba una práctica herética y que, además, todo lo que no era adorar a Dios y sí a otros ídolos, era, por extensión, adorar al diablo–, favoreciendo así el hecho de conseguir justificaciones para una condena, que era, como apuntamos al comienzo de este apartado, el objetivo final.

En definitiva, nunca se logró demostrar la existencia del Baphomet. Hay hipótesis que afirman que no hubo ninguna talla con forma de cabeza a la que se adoraba, y prueba de ello sería que nunca se encontraron ninguno de esos ídolos, y que el nombre no aparece en ningún documento templario, además de las divergentes descripciones que, más que nada, se hacían para que cesasen las torturas. Sin embargo, muchos investigadores creen firmemente en que el Baphomet verdaderamente existió y que era adorado. Una de las razones que se apuntan para ello es que era la representación de la cabeza de San Juan Bautista –otros aseveran que en su origen fue su propio cráneo–, de gran significado para los templarios, dado que levantaron numerosos templos en su honor. No sería descabellado porque que se enmarcaría dentro de la tradición de diferentes culturas de adoración de cabezas cortadas, tal y como explica Mariano J. Vázquez Alonso (2005:190-91). Por último, el hecho de que se describiera de varias formas respondería a que había diferentes representaciones del Baphomet.


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