sábado, 12 de noviembre de 2011

DUPIN Y HOLMES, O EL PENSAMIENTO DEDUCTIVO

Me he comprado una libretita. Para apuntar cosas. Para que no se me olviden las ideas. Y resulta que estaba en la cama del hospital, tras mi artroscopia en la rodilla, leyendo El misterio de María Roget, cuando me encuentro con la siguiente intervención del brillante Dupin:


“-No creo necesario decirle –comentó Dupin al terminar la lectura de las notas– que es éste un caso bastante más complicado que el de la rue Morgue, del cual se diferencia en un punto muy importante. Esto es un ejemplo del crimen cruel, pero ordinario. No hallamos en él nada que sea particularmente exagerado o excesivo. Le ruego que se fije en que, por esta razón, ha parecido sencillo el misterio, aunque aquélla sea precisamente el motivo por el cual hubo de considerarse como más difícil de resolver.

Por esto, desde un principio, se consideró superfluo ofrecer una recompensa. Los pedantes auxiliares de G*** eran demasiado superiores como para comprender cómo y por qué podía haberse cometido semejante crimen. Su imaginación les permitía idear un modo (o varios), un motivo (o varios), y como no era imposible que uno de tan numerosos medios y motivos fuese el único cierto, creyeron como demostrado que el real había de ser uno de aquéllos. Pero la facilidad con que concibieron ideas tan diferentes, y hasta el carácter verosímil con que cada una estaba revestida, debieron haber sido tomados por indicios de la dificultad antes que de la facilidad atribuida a la explicación del enigma.”


Y, naturalmente, en seguida se me vino a la cabeza la famosa frase que Poe pone en boca del mismo personaje en Los crímenes de la rue Morgue:


“Yo creo que si este misterio se ha considerado como insoluble, por la misma razón debería ser fácil de resolver, y me refiero al outre carácter de sus circunstancias. La Policía se ha confundido por la ausencia aparente de motivos que justifiquen no el crimen, sino la atrocidad con que ha sido cometido. Asimismo, les confunde la aparente imposibilidad de conciliar las voces que disputaban con la circunstancia de no haber sido hallada arriba sino a madmoiselle L’Espanaye asesinada y no encontrar la forma de que nadie saliera del piso sin ser visto por las personas que subían por las escaleras. El extraño desorden de la habitación; el cadáver metido con la cabeza hacia abajo en la chimenea; la mutilación espantosa del cuerpo de la anciana, todas estas consideraciones, con las ya descritas y otras no dignas de mención, han sido suficientes para paralizar sus facultades, haciendo que fracasara por completo la tan traída y llevada perspicacia de los agentes del Gobierno. Han caído en el grande, aunque común error de confundir lo insospechado con lo abstruso.”


El paralelismo es más que obvio, pienso yo. En el caso de la rue Morgue, nos encontramos, según cuenta Dupin, con un misterio considerado por la policía como de difícil solución ante su imposibilidad de encontrar una explicación lógica de lo sucedido. Sin embargo, la dificultad para este “razonador” es mínima. Ocurre totalmente lo contrario con el caso de María Roget: al haber múltiples soluciones de carácter verosímil posibles, la policía opina que no habrá problemas para encontrar la verdadera, dado que ésta será una de aquéllas, aún sin haberlo comprobado, añado yo, suponiendo que esta es la deducción del personaje. Por el contrario, Dupin lo considera “más complicado que el de la rue Morgue”.

A partir de ese momento, y por esa misma razón, lleva a cabo un proceso de búsqueda de la verdad diferente al que puso en práctica en el primero de los misterios, y comienza a argumentar por qué algunos de los razonamientos que habían aparecido en ciertos periódicos dando posibles explicaciones al crimen y abriendo nuevas vías de investigación son falsos. Esto es, ante las numerosas posibilidades, lo que hace es ir descartando para, al final, llegar a la que no se pueda tildar de imposible, la cual será la verdadera. ¿Y no recuerda este modo de proceder a la también célebre frase de Conan Doyle: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”? ¿Nos encontramos, por tanto, ante una nueva prueba que demuestra la influencia que los cuentos protagonizados por Dupin tuvieron en el creador de Sherlock Holmes? No olvidemos que en el comienzo del relato La caja de cartón –que en muchas ediciones aparece en El paciente interno, por el hecho de que el anterior fue retirado durante un tiempo– Holmes lleva a cabo un proceso deductivo para saber lo que Watson, callado, estaba pensando en ese momento. Cuando su compañero, sorprendido, le pregunta cómo pudo haberlo “adivinado”, el detective, antes de explicarle todo ese proceso paso por paso, le dice:


“-Recuerde –dijo– que hace algún tiempo, cuando le leí un párrafo de Poe en el que un acertado conversador sigue los pensamientos no verbalizados de su compañero, usted se inclinaba a considerar el asunto como un simple tour-de-force del autor. Al observar yo que que yo mismo tenía la costumbre de hacer constantemente esto mismo, usted expresó cierta incredulidad.”


El “acertado conversador” no es otro que Dupin, y el párrafo al que Holmes se refiere pertenece a Los crímenes de la rue Morgue, cuando el personaje de Poe deduce también lo que su acompañante está pensando mientras los dos pasean por la calle.

Me encanta encontrarme con estas cositas. Con estas conexiones. Y ahora tengo mi libreta. Para que no se me olviden cuando las encuentro, como ya he dicho. Tan sólo espero que ahora me acuerde siempre de llevar un bolígrafo en el bolsillo.

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