En los últimos
años, dentro del contexto en el que se enmarcan los continuos debates llenos de
comparaciones entre Real Madrid y FC Barcelona, ha sido muy repetida la idea de
que el juego del conjunto culé no gustaría en el Bernabéu, de que al aficionado
merengue le seduce el fútbol de ida y vuelta más que el ‘tiqui-taca’, de que en
el estadio blanco siempre se ha preferido más la garra, la lucha, el espíritu,
el alma. No voy a entrar a valorar esas afirmaciones. Lo único que diré al
respecto ahora es que a mí, simplemente, me gusta el buen fútbol, el que me
divierte y el que consigue que ciertos partidos queden grabados en mi memoria.
El Real Madrid
acaba de proclamarse campeón de liga por trigésimo segunda vez en su historia
después de tres años de sequía. La última vez que el club merengue rompió otra
racha negativa de tres temporadas sin conquistar un título liguero fue en 2007.
En aquel mercado de invierno llegó al equipo de Capello un muchacho de 19 años
apellidado Higuaín. Un jugador que, tal y como iba a verse a partir de
entonces, posee precisamente las mismas características a las que antes hacía
mención. Esas que se dice que gustan al hincha blanco, sí.
Recuerdo a la
perfección el partido de debut del ‘Pipa’ en liga. Fue contra el Zaragoza, un
encuentro en el que el conjunto maño dispuso de infinidad de oportunidades que
Casillas desbarató. Higuaín jugó sus primeros minutos en el Madrid demostrando
el porqué de su fichaje. Mucha participación, mucho descaro, mucho buen juego.
Lo dije desde el principio: “Este tío me gusta. Este tío es bueno”. Los blancos
se pusieron por delante con un gol del grandioso Ruud a pase de, precisamente,
el niño que debutaba. Faltó su gol, ese que tardaría tanto en llegar, ese que
luego iba a convertirse en un plural, en ‘esos’, esos de los que tendría para
regalar.
Lo que luego
pasó en esa liga es una historia ya bien conocida. Higuaín solo anotó dos
tantos, el de la remontada ante el Espanyol y el del empate frente al Atlético
en el Calderón, pero que fueron claves para conseguir cuatro puntos
imprescindibles en ese sprint final de la mítica liga de Capello. Y, por
supuesto, participó activamente en la consecución de otros muchos. Sin ir más
lejos, en los tres que supusieron la remontada ante el Mallorca en la última
jornada, dando lugar a la consecución del título.
Lo de Higuaín
fue algo insólito en el Real Madrid. Llegó, como antes apuntaba, en el mercado
de invierno de la 2006-07 junto con Gago y Marcelo, cuyos nombres, aunque
también eran jóvenes promesas aún, ya habían empezado a sonar en Europa.
Incluso el brasileño vino como internacional, y el debut con la albiceleste del
que decían iba a ser el heredero de Redondo se produjo tan solo un par de meses
después de aterrizar en la capital. El caso del ‘Pipa’ no era ese ni mucho
menos. Higuaín estaba empezando a despuntar aún en River, pero era
simplemente un chaval que marcaba sus primeros goles en Argentina, como tantos
otros. Bueno, no exactamente. Porque no todos los muchachos de 18 años pueden
presumir de convertir, como dicen en Argentina, dos veces en un ‘Súperclásico’.
Dos golazos, de hecho. Esas fueron las primeras imágenes que vimos de él en
España.
Era, por
tanto, un auténtico desconocido. Me acuerdo perfectamente de que, en el tercer
partido de Higuaín, la vuelta de los octavos de final de Copa jugado frente al
Betis en el Bernabéu, que terminó con 1-1, siendo el Madrid eliminado, y que vi
en la Peña Madridista de Torredonjimeno, en la pantalla gigante de la pared del
fondo, la realización mostró un plano del ‘Pipa’ de espaldas. Un señor mayor,
de ese grupo de socios fundadores que siempre ocupa los sillones de cuero
frente a la proyección de los partidos, leyó el nombre que aparecía en aquella
camiseta: “Higaín”, sentenció. Aquello me hizo mucha gracia, y también me hace
rememorar todas las burlas que surgieron en torno al jugador y a la poca
puntería de la que estaba haciendo gala: “Es ‘higualín’ que Ronaldo”. El crack
brasileño acababa de irse al Milan, y la gente pensaba que al Madrid le habían
dado gato por liebre.
Higuaín no
vino como goleador. Se hizo aquí, aunque no fue ese año. De hecho, Capello lo
utilizó en banda derecha durante el tiempo en el que Beckham estuvo en el
ostracismo. La temporada siguiente también jugó varias veces en esa posición
con Schuster, pero a medida que iba resolviendo sus problemas para definir de
cara a puerta iba quedando cada vez más claro que él había venido aquí para
eso, para romper las redes rivales. Su explosión total comenzó ese año 2008.
Fue en “la primavera de Higuaín”. Después de haber marcado poco en toda la
temporada, llegaban los goles del ‘Pipa’ acompañados del buen tiempo. Por
supuesto, es muy especial uno en concreto, y fue el día en el que el Real
Madrid se proclamaba campeón de liga si ganaba a Osasuna. Un partido que se
preveía muy duro porque el rival se jugaba la permanencia y, por supuesto, por
el ambiente en el Reyno de Navarra, siempre tan hostil para los blancos. Lo
cierto es que se cumplieron las expectativas en ese sentido. La lluvia, además,
dio el pincelazo que faltaba para teñir de épica el encuentro.
Osasuna se
puso por delante en el marcador en los últimos minutos al transformar Puñal un
penalti cometido por Heinze tras tocar el balón con la mano en una disputa
aérea, jugada en la cual el defensor argentino sufrió una herida en los dedos
que no pararía de sangrar. El Madrid jugó con 10 toda la segunda parte, e
Higuaín había ingresado en el terreno de juego sustituyendo a Raúl faltando una
media hora para el final. En el minuto 87 el ‘Pipa’ saca una falta lateral que
Robben remata poniendo el 1-1 en el marcador. Un año después, otro gol de
cabeza en un alirón merced a un balón puesto por el argentino. Gonzalo el ‘Pipa’
Higuaín marcó el gol de la liga dos minutos después, tras rematar con su vida
un balón que se le había quedado botando dentro del área rojilla. La imagen de
la celebración madridista bajo la lluvia, unida a la de Heinze con su mano que
no dejaba de emanar sangre, es difícil, imposible de olvidar.
En la
temporada 2008-2009, una de las más difíciles mentalmente para los blancos,
Higuaín sostuvo al equipo en liga mientras duró la persecución al Barça. Fue su
primer año con números de verdadero goleador (su último partido en la banda fue
en la primera jornada contra el Depor), quedando para la memoria sus cuatro
tantos frente al Málaga o el zurdazo que daba la victoria ante el Getafe,
remontada contrarreloj incluida, que yo celebré tirándome de rodillas al suelo.
Era un ‘Pipa’ más fuerte, más certero, más agresivo, más seguro de sí mismo.
Era un ‘Pipa’ capaz de coger el balón en el centro del campo y avanzar como un
elefante perseguido y cargado por rivales, todos sucumbiendo a su potencia,
para finalizar la jugada con la precisión que anteriormente le había faltado.
Sansón, Espartaco, un guerrero, un gladiador, un luchador. Pero pese a ello
parecía que aún no había convencido a todo el mundo, que aún necesitaba seguir
demostrando que valía para ser delantero titular en el Real Madrid. A mí no me
hacía falta más. Veía reencarnados en su figura valores que antes habían
representado Salgado, Helguera, Raúl o Solari, y que se va haciendo más difícil
de encontrar en un deporte cada vez más negocio: el espíritu inquebrantable de
no bajar los brazos.
El siguiente
curso logró los que hasta ahora son sus mejores registros con la camiseta
madridista, y pareció por fin haber terminado por asentarse como crack, y la
2010-2011 comenzó de igual modo. Hasta que llegó un día fatídico. El del
‘Clásico’, el primero de Mourinho. El Madrid iba líder y en un gran estado
de forma al Camp Nou, pero pronto todo empezó a pintar mal, convirtiéndose en presagio de
lo que luego iba a acontecer. Yo estaba viendo el maratón del programa ‘Punto
Pelota’, y a lo largo de la tarde había comenzado a decirse que el ‘Pipa’ no
iba a formar parte del once inicial por una lesión de última hora. Algo después
José Antonio Luque informó de que quizás esa dolencia era más grave de lo que
se pensaba en un principio. Efectivamente, el primer rumor se confirmó y el
argentino no pudo jugar ese encuentro. El resultado fue el famoso 5-0, esa
‘manita’ que detuvo con un guantazo seco la esperanza madridista de, por fin,
enfrentarse al Barcelona de tú a tú, teniendo la posibilidad real de acabar con
su hegemonía. No, habría que esperar más. Igual que también habría que esperar
para ver a Higuaín pisando el césped otra vez. El segundo rumor también se vio
hecho realidad: una hernia discal le tendría en el dique seco seis meses. Adiós a la temporada para él.
Sin embargo, y
como más adelante dijo su hermano, el ‘Pipa’ tiene los cojones de un toro.
Volvió en abril, dos meses antes de lo esperado y, aunque se notaba que aún le
hacía falta recuperar velocidad, vio puerta de nuevo veinte días después de su
regreso endosándole un ‘hat-trick’ al Valencia. Pero al argentino le tocaba
remar de nuevo a contracorriente. Otra vez a subir la montaña. Otra vez desde
abajo. Otra vez a demostrar que no se amedrentaba. Una situación que ya conocía
de sobra pero que, una vez superada, se antojaba más duro sobreponerse a ella de nuevo.
Higuaín se ha
encontrado al mejor Karim Benzema luchando con él por un puesto en el once de
Jose Mourinho. En esta temporada 2011-2012 no ha conseguido en ningún momento
ser titular indiscutible. Volvió fuerte, anotando la friolera de 14 goles en la
primera vuelta de la liga, alternándose el puesto con el francés. Pero el
colosal nivel desplegado por Karim le ha ido restando minutos de juego. Y el
‘Pipa’ mitigó su rugido. Por primera vez se intuía que no estaba del todo
dispuesto a pelear. Quizás cansado, quizás harto, quizás herido. Todo ello ha
provocado las numerosas especulaciones y habladurías. Noticias sobre el interés
de diversos clubes. Rumores que Higuaín nunca ha desmentido con rotundidad.
Siempre intento mirar hacia otro lado y pensar que pasa lo habitual, eso de
‘mucho ruido y pocas nueces’. Pero llega el final de temporada y tengo miedo.
Hoy, de nuevo,
leo. Leo artículos, crónicas y opiniones. Leo y veo que me quieren quitar al
‘Pipa’. Leo y veo que me quieren quitar la garra y el alma. Porque se puede
comprar calidad, se puede comprar técnica y goles, pero no espíritu. Y es que
en el mundo del fútbol éste se genera a base de jugar partidos, de manchar la
camiseta de sudor, lluvia, barro, sangre y vida. Porque yo celebro con Higuaín
sus goles. Porque están llenos de fuerza, de rabia, de carácter. Porque no hay
nada mejor que marcar con el Real Madrid.
Vengo diciendo
desde hace unos años que en mi cabeza está la idea de que el gol de ‘la Décima’
lo va a marcar Gonzalo el ‘Pipa’ Higuaín. Me duele pensar que quizás no tenga
la oportunidad de ver ese deseo cumplido. Me duele mucho. Hace un tiempo
Florentino hablaba de que había jugadores nacidos para vestir la camiseta del
Real Madrid. Yo creo que el ‘Pipa’ tiene, sin duda, el gen madridista. Y esa
cualidad innata no se puede arrancar. Este año, de nuevo, en el partido en el
que los merengues tenían la posibilidad de cantar el alirón, el ‘20’ agarró un
balón dentro del área, se lo colocó y soltó un nuevo zarpazo de furia interna
que se coló por la escuadra. Gol del ‘Pipa’ y campeones de liga.
Gol del
‘Pipa’. Espero poder cantarlo muchas veces más.