sábado, 17 de marzo de 2012

EL VERDADERO AROMA DE LA CHAMPIONS

Hace algo más de un año escribí un artículo titulado “El aroma de la Champions”. La llegada progresiva del buen tiempo, el calor y la brisa fresquita son para mí, tal y como dije aquella vez, sensaciones asociadas a las eliminatorias a doble partido de la máxima competición europea. Pero no a cualquiera de ellas. Siempre que se avecinan estas fechas me es inevitable rememorar los fantásticos duelos Real Madrid-Bayern y Real Madrid-Manchester (United, que en los últimos tiempos se ha hecho necesario especificar), también los Chelsea-Liverpool de hace unas temporadas, o la magnífica y espectacular semifinal Milan-Manchester Utd. de la temporada 2006-2007, en la que se vio a un Kaka pletórico e impresionante que a la postre fue Balón de Oro. Partidos en los que se respira historia, en los que se respira tradición. Partidos en los que se respira eso que yo llamo el aroma de la Champions.

Ayer se celebró el sorteo de cuartos de final de la Liga de Campeones. Sorteo puro, sin condicionantes por el país o por la liguilla de clasificación. Esa circunstancia siempre ha permitido que a partir de esta ronda los amantes del fútbol comenzáramos a disfrutar ese tipo de eliminatorias memorables como las que antes citaba. Sin embargo, este año el bombo era un poco descafeinado. No estaban muchos grandes, como el propio United o el Inter, y los que sí están no dan la sensación de llegar al nivel de aquellas escuadras ni mucho menos. El Milan no es el de Ancelotti, el Chelsea no es el de Mourinho y el Bayern no es el de Hitzfeld. Fruto de la crisis económica o del creciente miedo a perder debido a las exigencias y expectativas, por el cual se apuesta por el juego físico resultadista y feo (véase al City de Mancini, aunque es cierto que el del italiano es un caso aparte), creo que cada vez habrá menos posibilidades de ver una eliminatoria abierta y con goles o, como mínimo, con muchas ocasiones de gol. Esos partidos en los que reinaba la tensión, en los que tomaban la palabra los futuros Balones de Oro. Partidos para grabar, enmarcar y recordar en años posteriores.

Por eso, tras el sorteo, quedé descontento. Porque sí, claro que como madridista quiero que el Real Madrid gane la Champions. No puedo tener más ganas de ello después de ya diez años. Pero puede que por esa carencia de eliminatorias míticas aún tenga una mayor necesidad de que el título venga precedido de duelos con los grandes. Para mí, lo ideal hubiera sido que los blancos se enfrentaran al Milan, al Bayern y al Barça. Los dos últimos aún pueden ser, pero el hecho de que tocara el APOEL me decepcionó un poco. Y es que sé que esta esencia del fútbol de siempre de la que vengo hablando no puede haberse marchado. Me lo confirma, por ejemplo, el haber disfrutado de la eliminatoria entre el Athletic Club y, de nuevo, qué casualidad que este equipo sea mencionado tantas veces, el Manchester United.

Muchos me dicen literalmente que soy un poco tonto. Que debería alegrarme por haber tocado un rival en teoría fácil y que pensar en las semifinales no sea para nada descabellado. Que seguramente si el Madrid gana la Champions luego piense que estas reflexiones eran una estupidez. Sin embargo, no creo que fuera a ser así. Precisamente porque recuerdo casi al dedillo duelos como el de la semifinal Madrid-Juve de la 2002-2003 en la que los merengues quedaron eliminados y me da un poco igual no acordarme del Madrid-Tottenham de cuartos de la temporada pasada. La diferencia está en la rivalidad, la competencia, el gusto real por el fútbol.

Ahora mismo soy como el yonqui que necesita su dosis. Y llevo esperándola mucho tiempo. El verdadero aroma de la Champions tendrá que esperar un poquito más este año. Si toda espera tiene su recompensa, entonces la mía deberá ser grandísima. Ojalá.



martes, 6 de marzo de 2012

TONTERÍAS Y TONTERÍOS

Siempre me ha caído mal la gente hipersensible. Aquellas personas que no entienden de dobles sentidos, contextos y/o expresiones fosilizadas y que, por querer defender una postura, saltan enfurecidos ante cualquier mención que no se ajusta a lo estrictamente correcto y avanzado desde el punto de vista social. Aunque no tenga sentido hacerlo. Quizás porque no son capaces de conseguir objetivos reales en sus respectivas luchas. Quizás porque así se sienten satisfechos, pese a que solo sea por encender pequeños polvorines. “Está bien visto emitir una protesta pro-igualdad de género. Por eso lo hago. Por eso esta noche me acuesto feliz. He llevado a cabo mi buena acción del día.” El problema es que no todo vale.

Lo leí hace varios días: un colectivo de gays y lesbianas había tomado la decisión de denunciar al entrenador del Real Madrid, José Mourinho, porque, en la previa del último partido de competición europea del conjunto blanco, el portugués se refirió a los organizadores de la UEFA como “estos maricones que todavía no nos han dado los balones”. También he escuchado muchas veces a determinadas periodistas del ámbito futbolístico (periodista, nombre común en cuanto al género) quejarse, muy molestas ellas, por el uso de la expresión “partido para hombres”. En ambos chorricasos –porque son unas chorradas los dos– pienso que el que sabe lo que se quiere decir lo sabe y punto, y el que protesta lo hace sin razón ninguna. NINGUNA. Porque ni Mourinho está utilizando las orientaciones sexuales de los miembros de la UEFA para meterse con ellos, ni el sintagma anterior pretende excluir a las mujeres de la práctica del fútbol y del deporte en general. Y no me voy a parar a explicarlo todo. Como he dicho, el que sabe lo que se quiere decir lo sabe.

Pues bien, resulta que en ese afán de defensa y reivindicación de ciertos aspectos, y concretamente el del papel de la mujer en la sociedad, últimamente se ha utilizado como arma algo que a mí me toca los cojones que se haya tomado para, como me decía mi amiga Elena, hacer demagogia de ya ni sabemos qué: el lenguaje. El resultado de ello han sido numerosas guías que abogan por el fin de lo que estas denominan usos sexistas del español, no solo proponiendo, sino casi obligando a que se deje de emplear el masculino genérico o no marcado, algo ya totalmente asentado en nuestra lengua, porque no “hace visible” a la mujer, y proponiendo otras alternativas en las cuales no me voy a detener para exponer sus inconvenientes, entre otras cosas porque es mucho más recomendable leer el informe del gran Ignacio Bosque al respecto (http://t.co/6Y7Y1lFO), pero de las que sí diré que atentan contra uno de los principios fundamentales de la lengua, esto es, la funcionalidad.

Señores, la Real Academia no impone qué normas se siguen y cuáles dejan de tener vigencia. Esto no se trata de que un día se les pase por la cabeza a sus miembros el hecho de que cierta palabra tenga que incluirse en el diccionario y que esta sea incluida y punto. No se puede “instar a la RAE”, como he leído que se ha hecho desde la mayoría de partidos políticos, a que cambie el uso del español en determinados contextos. Porque esa no es su labor. La Real Academia no establece el uso que ha de hacerse de la lengua. Son los hablantes los que mandan. Y tampoco estamos hablando de algo que se efectúe deliberadamente. Es el empleo constante e inconsciente el que determina que esos usos tengan éxito y que, por tanto, deban ser incluidos como piezas del español de pleno derecho. Observar y describir. No estaría mal que muchos se informasen antes de opinar y exigir.

Además, ¿qué pasa si ahora a mí me sale de los cojones decir que el uso de esas alternativas que proponen las mencionadas guías que tienen género –que no sexo– femenino me molesta porque se “excluye” y no se “hace visible” al hombre? ¿Qué hacemos en ese caso, EH? ¿Nos pegamos un tiro (oración recíproca)? ¿Esto de qué se trata? ¿De ver quién es más chulo? ¿O a lo mejor de guardar las apariencias? ¿De luchar por algo porque está bien visto sin importar el argumento, tan solo el fondo? ¿Vale todo en favor de un objetivo socialmente aceptado? ¿Es mejor el feminismo exacerbado que el machismo? ¿O son las dos cosas igual de reprobables?

En fin, la noche previa a que saliera publicado el informe Ignacio Bosque predije que me iba a calentar. Y fue tal cual. Creía que ya se me había pasado, pero he escrito esto en un pequeño arrebato, porque es que todavía sigo viendo publicadas estupideces del tamaño del copón. Y concluyo diciendo que si hay alguien al que se le haya pasado por la cabeza en algún momento durante la lectura de este texto que soy un machista, misógino, fascista o cualquier otra barbaridad sin sentido, es que es, no tonto (ni tonta), sino lo siguiente.